La industria del tabaco ejerció una “masiva” campaña de
presión durante el desarrollo de la directiva antitabaco en la que recurrió a
maniobras tales como el empleo de entidades interpuestas a las que las
tabaqueras financiaron para que defendieran sus intereses, o a relaciones
privilegiadas en la sombra con altos cargos de la Comisión Europea.
Lo describe la revista Tobacco Control, del grupo editorial
que publica el British Medical Journal, en un artículo en el que relaciona
estas prácticas con algunos de los éxitos conseguidos por las multinacionales
del sector a la hora de retrasar el desarrollo de la norma o de eliminar
algunos de sus aspectos más polémicos incluidos en los primeros borradores. Por
ejemplo, la prohibición de tener expositores de productos relacionados con el
tabaco en los estancos (algo que ya aplican Australia, Nueva Zelanda o Canadá)
o introducir los paquetes de cigarrillos genéricos, es decir, sin logos ni
colores corporativos, más allá de la marca estricta y los mensajes de los
riesgos del tabaco para la salud.