28 de marzo de 2015

OSAR TOCAR A LA REINA

Dependiendo de la religión, los creyentes encuentran sagradas las escrituras de la Biblia, la Torá o el Corán, pero para muchos otros el libro divino es la Revista ¡HOLA! Hola España, por supuestoPorque más allá de sus distintas versiones sólo la hispánica representa los modales y las costumbres de las Familias Reales que aún reinan en el planeta Tierra. Entre sus páginas se encuentran minuciosas descripciones de palacios, muebles, tapices, pinturas, empapelados, ajuares, joyas, coronas, celebraciones, atuendos, miembros familiares, mascotas, y un sinfín de elementos que conforman el mundo de reyes y reinas europeas, emperadores asiáticos y jeques árabes. Nada se critica, nada se justifica; sólo se exhibe con absoluta naturalidad el hecho de que aún haya humanos que continúan viviendo así y de que todavía existan subordinados adorando imágenes de sus majestades terrenales a quienes, por protocolo, no pueden tocar, mirar ni interrumpir.

Agachá la cabeza
Sí, el protocolo frente a los monarcas aún existe. Más estricto en algunos lares y más lánguido en otros, siempre debe recordarse que ellos no son como uno; son mucho más. Básicamente: están más cerca de Dios porque hereditariamente fueron elegidos por Él para ocupar el puesto en el que están. Y tal es su divinidad que lo más básico que se debe hacer cuando se está frente a ellos es una genuflexión ya que no se los puede saludar como a cualquier hijo de vecino. Esto implica doblar un poquito las rodillas hacia abajo e inclinar la cabeza como pidiendo perdón por no ser digno de estar frente a tan alta solemnidad. Pero tampoco hay que exagerar y quedar como un mamarracho al que le cuesta levantarse porque de nada sirve la reverencia si se pierde la naturalidad del acto. Este gesto es tan imprescindible que se llegó a decir que la osada y popular Duquesa de Alba no debía arrodillarse ante nadie por ser la poseedora de la mayor cantidad de títulos nobiliarios de la realeza aunque, de todas formas, a Doña Cayetana se la pudo ver reverenciando a los reyes europeos en repetidas ocasiones.

La manito
El explosivo carisma del matrimonio Obama se encuentra en las antípodas de aquel que caracteriza a los monarcas británicos. En dos encuentros oficiales, los norteamericanos han echado por la borda comportamientos ineludibles que, se supone, “merece” la reina Isabel. El primero fue durante una cena de gala en la que el presidente Obama, inundado de efusividad, no logró terminar su intervención a tiempo y, aunque comenzó a sonar el God Save The Queen del conocido himno británico marcándole el fin de su discurso, el estadounidense no sólo continuó sin darse por aludido sino que, para concluir, pretendió hacer chin-chin estrechando su copa hacia la soberana. Pecado mortal: ella no le correspondió y, además, lo miró con absoluta indiferencia.

La segunda vez la que pecó fue la primera dama estadounidense, cometiendo la herejía de tocar a Su Majestad británica. Michelle Obama la debe haber visto tan viejita y petisita a Isabel II que decidió abrazarla frente a los fotógrafos y extender su sonrisa de oreja a oreja haciendo frente a la amargura cotidiana de la inglesa. En un acto reflejo, esta vez la reina decidió humanizarse y devolverle el abrazo al momento de posar frente a las prensa. Eso sí, para evitar el ESCÁNDALO, el Palacio de Buckingham salió a dar explicaciones a través de un comunicado oficial en donde describía que lo acontecido se había tratado de una mutua y espontánea muestra de cariño y aprecio entre Isabel Segunda, por la Gracia de Dios, del Reino Unido de la Gran Bretaña y de Irlanda del Norte y de sus otros Reinos y Territorios Reina, Jefa de la Mancomunidad de Naciones, Defensora de la Fe, y una tal Michelle Obama.

Otro que la pasó mal por tocar a un miembro de la familia real británica fue el basquetbolista LeBron James -más conocido como el Rey James- el pasado diciembre cuando el príncipe Guillermo y su mujer Kate fueron a ver el partido entre los Cavaliers de Cleveland y los Nets de Brooklyn, en Nueva York. Al finalizar el juego, los monarcas decidieron unirse a LeBron que, todo transpirado, no dudó en apoyar su brazo sobre el hombro de la Duquesa de Cambridge para tomarse una foto. Se armó un revuelo mundial y dicha imagen fue tapa de casi todos los periódicos de habla inglesa del mundo. Es que, según el protocolo de Gran Bretaña, está terminantemente prohibido establecer contacto físico con un miembro de la realeza británica; la única manera aceptada de hacerlo es tendiéndoles la mano de forma rápida y contundente.

Además del “prohibido tocarla”, el comportamiento que exige estar frente a la reina Isabel puede llegar a ser extenuante debido a la cantidad de periplos que su presencia demanda. No se le puede preguntar cómo está, cómo andan sus hijos, sus nietos ni sus perros corgi. No se le pueden hacer bromas y mucho menos tutearla. Las mujeres la tienen más difícil a la hora del encuentro con Su Majestad: a menos que el casual protocolo exija lo contrario, siempre deben tener la cabeza cubierta y jamás deben vestir de negro ni usar colores estridentes; los escotes “a lo JLo” son ilícitos, los pantalones están muy mal vistos y la pollerita debe estar exactamente dos centímetros por debajo de la rodilla. Como si esto fuera poco, siempre serán “las Señoras de…” ya que no podrán usar sus apellidos de solteras ni sus nombres de pila. Y, si se está pensando en mandarle alguna postal de las Cataratas o un e-mail de salutación, habrá que finalizarlos con la siguiente frase: "Tengo el honor de ser, Señora, el más humilde y obediente siervo de Su Alteza".

Plebeyas y modernas
Dos latinas: una europea y la otra americana, una de origen sencillo y la otra bienuda, una más fría y la otra más cercana; las dos con títulos de profesionales, las dos se animan a repetir y reformar vestidos, las dos son de carácter fuerte, las dos tuvieron el tupé de llorar en público (una en su casamiento mientras sonaba el tangazo Adiós Nonino y la otra en el funeral de su hermana), las dos sin sangre azul pero convertidas en reinas. Ellas son Doña Letizia de España y la argentina Máxima de Holanda.

Con estilos diferentes, ambas se la pasan rompiendo el estricto protocolo de las instituciones que representan. Letizia se saca cuanta selfie le pide su pueblo, escapa de la seguridad del castillo para escuchar peticiones de plebeyos pobres, se viste como quiere y hasta se arma salidas de soltera. ¡Flor de rebelde La Leti! Mientras tanto, la sudamericana se adaptó bastante al estanque protocolar holandés aunque se le han hecho excepciones, especialmente aquellas producto de su sangre caliente como, por ejemplo, besar a su marido a la vista de todos, abrazar a todo el mundo, hacer chistes, largar carcajadas al aire, disfrazarse y bailar en público. En fin, una transgresora.

La salvación monegasca
Dentro de tanta solemnidad protocolar hay un umbral: los Grimaldi de Mónaco. Esta familia real es otro cantar, ellos han hecho y hacen lo que les place. Ni los culebrones mexicanos podrían escribir mejores guiones que la realidad que se transita en ese pequeñísimo reino apodado “Las Vegas europeo”, por ser un oasis del juego y el dinero.
Se dice que todo empezó hace 700 años cuando una gitana amante del entonces Príncipe de Mónaco le auguró, por despecho, que sus descendientes jamás encontrarían la felicidad en el amor. Y hasta ahora la profecía se viene cumpliendo. Eso sí: nunca dejaron de ser lindos, ricos y poderosos. Hay que reconocer que el gen Grace Kelly ayudó mucho a mantener este principado. Cuando la diva hollywoodense se casó con Raniero III, Mónaco era un mono-ambiente más del viejo continente pero, desde la consagración del matrimonio, sus palacios pasaron a ser tapas de las revistas del todo el mundo, los más importantes financistas peleaban por sus pequeñas tierras y no había celebridad queriéndose perder una temporada allí.

Años después la “maldición” dio sus frutos: Grace Kelly murió jovencísima y divina como era y su hija mayor, Carolina, se divorció de su primer marido, luego enviudó de otro y por último se separó del tercero. Sus hijos Andrea, Charlotte y Pierre Casiraghi son, sin embargo, los más buscados por la prensa, los diseñadores y las fiestas internacionales por ser sencillamente estupendos (y escandalosos). El tercer vástago del matrimonio Grace-Raniero, Estefanía, fue apodada “la princesa rebelde”. A los 16 años ya salía con actorcitos famosos, poco tiempo después se lanzó como cantante pop internacional, tuvo hijos con dos de sus guardaespaldas y terminó con un domador de elefantes con quien recorrió toda Europa en un circo.

No debemos olvidar al heredero: Alberto II de Mónaco quien, luego de hijos extramatrimoniales, supuesta homosexualidad y vida de bon vivant, finalmente se casó con una insípida nadadora olímpica sudafricana con la que acaba de tener mellizos. Y, si bien la que nació primera fue una niña, su hermanito mellizo heredará la corona como lo indica la ley agnaticia que aún se mantiene en Mónaco. ¡No vaya a ser cosa que se rompa el protocolo!

Gracias a Deus existe la biblia ¡HOLA! en la que uno puede disfrutar de todo este horror, sentirse parte de un algo al que jamás va a pertenecer e imaginar ser tratado como nunca lo van a tratar. Sincerándonos: ¿quién querría ser miembro de una familia real?

Leónidas Fuster. Periodista y declarado hispanista. Actualmente está al mando de FIC -Fernández Ivern Comunicaciones- y es colaborador del diario La Nación.
Fuente: Loop 

Lic. Marcos Gasparutti
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